Nacimiento del manga moderno (1945)
Tras su rendición incondicional, Japón
entraría en una nueva era. El entretenimiento emergió como industria
respondiendo a la necesidad psicológica de evasión ante una cruda posguerra. La
falta de recursos de la población en general requería de medios baratos de
entretenimiento, y la industria tokiota de mangas basados en revistas vio
surgir competidores. Apareció así el Kamishibai, una especie de leyendas de
ciego, que recorría los pueblos ofreciendo su espectáculo a cambio de la compra
de caramelos. El Kamishibai no competía con las revistas, pero sí otros dos
nuevos sistemas de distribución centrados en Osaka:
* Las bibliotecas de pago, que llegaron a constituir una red de 30.000
centros de préstamo que producía sus propios mangas en forma de revistas o
tomos de 150 páginas.
* Los libros rojos, tomos de unas doscientas páginas de papel de baja
calidad en blanco y negro, cuyo rasgo característico eran sus portadas en color
rojo y su bajo precio. Esta industria pagaba a sus artistas sueldos próximos a
la miseria, pero a cambio les otorgaba una amplia libertad creativa.
Osamu Tezuka, un estudiante de
medicina veinteañero apasionado de los dibujos animados de Fleischer y Disney,
cambiaría la faz de la historieta nipona con su primer libro rojo: La nueva
isla del tesoro, que vendió de súbito entre 400.000 y 800.000 ejemplares,
gracias a la aplicación a la historia de un estilo cinematográfico que
descomponía los movimientos en varias viñetas y combinaba este dinamismo con
abundantes efectos sonoros.
El éxito de Tezuka lo llevó a las
revistas de Tokio, particularmente a la nueva Manga Shōnen (1947) que fue la
primera revista infantil dedicada en exclusiva al manga, y en la que Tezuka
publicó Astroboy. En estas revistas impuso su esquema de epopeya en forma de
serie de relatos y diversificó su producción en múltiples géneros, de los que
destacan sus adaptaciones literarias y el manga para chicas o shōjo manga. A
mediados de los 50, Tezuka se trasladó a un edificio de la capital llamado
Tokiwasi, al que peregrinarían los nuevos autores. Hay espacio, sin embargo,
para autores como Machiko Hasegawa, creadora de la tira cómica Sazae-san
(1946-74), Kon Shimizu o Shigeru Sugiura con un grafismo muy diferente, nada
disneyano.